Por: Dinella García Acosta, Irene Pérez

Hace 40 años un niño de Cayo Hueso miraba y miraba la casa de su vecina. Nery, la señora mayor que vivía justo al lado, tenía la Virgen más hermosa que aquellos ojos habían visto nunca. “Ella podía tener todos los problemas comunes y existenciales igual que cualquiera de nosotros en el solar, pero su virgen”, de oro de 24 quilates, madera y yeso, “era un altar magnífico”. Heredada de su abuela mambisa, Nery murió casi al cumplir un siglo y aquel niño insistió durante años al sobrino que la heredó que le vendiera aquella virgen. Finalmente, luego de un tiempo, recibió una llamada: “si vienes en este momento, te la puedes llevar”.

Hoy esa Virgen de la Caridad del Cobre, restaurada por Eusebio Leal, está en la entrada de la casa de Michel Mirabal. El pintor de las manos y las banderas se ha inspirado en ella para crear el mural que se inaugura este sábado en la terminal 3 del aeropuerto internacional José Martí de La Habana.

“Cachita ampara a todos los cubanos” es el nombre del enorme mural, pero no fue siempre ese. Mirabal ha tenido este proyecto en mente por lo menos durante cinco años y el primer boceto se llamaba “Giremos juntos”. Pensado originalmente para ubicarse en la ciudad de Cienfuegos, una serie de “casualidades” y “desintereses” hizo que acabara en la mayor terminal aérea del país.

Hace exactamente un año, sintiéndose mal por no haber podido concretar la que alguna vez llamó “la obra más importante de su vida”, Mirabal decidió dedicarle un espacio en su casa a Cachita. Junto a la virgen de su vecina colocó un mural muy parecido al del aeropuerto. “Como limpiándome con ella, diciéndole: ́no vas a estar donde quería, pero vas a estar aquí y te vamos a venerar ́. Yo le prometí que, si ella quería que fuera, escogiera el lugar, y no pasó un mes, y se dio esta ubicación”.

Durante ese mes, haciendo el mural de la bandera cubana, ubicada en los bajos del Habana Libre en la avenida 23, se le acercó el vicepresidente del Consejo de la Administración Provincial de la ciudad, Luis Carlos Góngora Domínguez y le presentó la idea del aeropuerto. “Yo me reí porque dije: ´eso sería un sueño porque esa es una de las plazas más importantes para poner una obra porque la ve mucha gente´. Y no me lo creía hasta que fuimos trabajando poco a poco y se concretó y ya es un sueño hecho realidad”.

Este viernes 22 de octubre Michel, cuyas obras forman parte de las colecciones de la fundación Rockefeller, los museos de Bellas Artes de Medellín y Bogotá, está parado frente a su nuevo mural, con las manos en los bolsillos, y ríe cuando dice: “Lo que sucede conviene. Yo hubiera preferido cien veces ponerlo aquí que en otro lugar porque este es un lugar súper importante para la gente que sale”.

El pintor cubano que hace años rompió esquemas y abrió mentes cuando hizo una bandera cubana con flores y alambres, quiere que “este mural transmita unidad. Lo principal. Que todos somos cubanos, pensemos como pensemos. Y sintamos como sintamos. Todos somos cubanos y venimos del mismo lugar, estemos donde estemos. El amor por nuestra patria puede ser más grande que cualquier cosa”.

“Este mural encierra todo lo que soy como artista, todo lo que quiero transmitir. Me gusta insistir en que no podemos hacer una mejor Cuba sin todos los cubanos, donde quiera que estén. Deberíamos pensar más en las cosas que nos unen que en las que nos separan. Ojalá que nuestro país se abra a los cubanos que no están aquí en Cuba. Ojalá que los cubanos que no están aquí también se abran a nuestro país, y podamos ser una nación como la soñó Martí, un país de todos y para todos”.

Mirabal, que lleva visitando el Cobre desde que estaba en la barriga de su mamá, se ha inspirado esta vez en Cachita, que “para otros es la Virgen de la Caridad del Cobre, para otros Oshún” y para él “es todo porque yo como cubano la veo con todas las lecturas. Es inspiración y bastón para todos los cubanos desde que apareció en la bahía de Nipe”. Tanto es así que una versión más pequeña del mural será colocada en el aeropuerto de Santiago de Cuba, así como en la terminal 2 en La Habana.

Pero a uno de los creadores plásticos más importantes del país, normalmente lo inspiran los problemas. “Como puedes ver siempre tengo inspiración”, vuelve a decir risueño. Mirabal ríe mucho. Dentro de su risa se esconde una extraña combinación de humildad, talento y esa mística de persona “chévere” que genera confianza y admiración a cada gesto.

“Mi obra últimamente ha enfatizado muchísimo en los temas que estamos teniendo en todos los sentidos en la sociedad cubana. Yo creo que como cubano y como gente que ama a su país deberíamos luchar y exigirle a todos los cubanos que echemos pa’ alante, que seamos uno solo realmente. Este mural me emociona porque abraza todo lo que es mi trabajo. Es la unidad y el respeto a las diferencias, el sentir de la patria, la nacionalidad cubana. Esta pieza encierra todo eso”.

Los problemas del día a día de la gente fueron justo lo que lo llevaron hace unos años, a empezar a hacer “banderas con alambre de púa, con más o menos flores”.

“La bandera cubana es de lo más grande que nosotros tenemos”. La primera vez que Mirabal estuvo viviendo fuera del país, en una beca de creación en Italia, pasó por un lugar que tenía un asta grandísima con las banderas cubana e italiana. Cuenta que no lo pudo evitar y tocó la puerta.

“Era una cubana que se había ido hacía 30 años, nunca había regresado, decía que se sentía orgullosa de vivir allí en el país que la acogió y donde tenía siete hijos, y que quería regresar. Y yo le dije que quería verla aquí, a una persona que después de tanto tiempo lejos, aún conservaba su nacionalidad y su vida como cubana”. A Mirabal no se le olvida que, mientras hablaba con aquella cubana de hijos italianos, uno de esos “mulaticos salió de allá adentro y me dijo: ́ oye, ¿qué bolá?´”.

Dice Mirabal que la bandera no cambia. “Es uno de nuestros símbolos más importantes. Aunque hagamos arte debemos trabajarla con mucho respeto porque la bandera no es un objeto que decidimos transformar a nuestro propio antojo. Para hacer eso debemos tener cuidado. A veces me molesta cuando se le dan unas lecturas que me hieren como ser humano”. A él también lo han criticado, pero es “que la gente crea muchas fábulas”.

“Mi obra tiene mucho que ver con la bandera y Eusebio era bastante crítico con utilizar el símbolo patrio para trabajar y demás. A mí siempre me dio el apoyo, me dijo que lo hacía muy bien y que era uno de los ejemplos en ese sentido”.

A su futuro artístico le espera próximamente una exposición de dibujo en Valencia y una en el “museo del rey en Marruecos, una invitación que me hizo el rey de este país cuando visitó Cuba. Será la primera vez que un artista cubano entre en ese museo. Y es un gran museo”. También lo esperan las calles de El Cairo y un museo de esa ciudad, otra invitación, esta vez del presidente de Egipto, nación que hace unos días le hizo un homenaje en su embajada en La Habana.

Para Mirabal, cuando más arte se ha hecho ha sido durante la pandemia, porque la gente ha tenido que aislarse y la obra de muchos artistas ha crecido. “En mi caso tenía muchas cosas pendientes y no he parado”. Pero lo más importante para el reconocido artista cubano no es el arte que sale de su finca Calunga en las alturas de Guanabo en La Habana, “sino los recursos que puede dar esta para volcarlos en la comunidad y en la gente que lo necesita”.

Finca Calunga tiene proyectos con niños sin amparo filial y con la comunidad, gestiona medicinas, comida, ropa y computadoras. “Nosotros dedicamos un gran porciento de lo que recolectamos en la finca para eso. Hemos hecho canteros y vienen los niños a recolectar sus hortalizas y sus vegetales y se los llevan a sus casas. Nos hemos dado a la tarea de traer todas las medicinas que podamos. Ahora mismo estamos saliendo de viaje. Tenemos la ayuda de una aerolínea donde vamos a traer medicinas que nos han donado muchos amigos y clientes por todo el mundo. Las estamos recolectando y próximamente vamos a ir a buscarlas”.

En el Instagram de la finca se pueden ver las imágenes de las donaciones, las recogidas, las listas, las habichuelas que los niños cosechan. “Queremos hacer muchas cosas, pero lo que más queremos hacer es compartir. Compartir con mi pueblo todo lo que podamos aportar. Esa es nuestra mayor premisa”.

“Este mural encierra todo lo que soy como artista, todo lo que quiero transmitir. Me gusta insistir en que no podemos hacer una mejor Cuba sin todos los cubanos, donde quiera que estén. Deberíamos pensar más en las cosas que nos unen que en las que nos separan. Ojalá que nuestro país se abra a los cubanos que no están aquí en Cuba. Ojalá que los cubanos que no están aquí también se abran a nuestro país, y podamos ser una nación como la soñó Martí, un país de todos y para todos”.

No en vano Mirabal no quiere que lo recuerden como el pintor de las manos o el de las banderas, sino “como el mulatico de Cayo Hueso que tuvo la suerte de estudiar y de salir del barrio y preocuparse por lo que lo rodea”. Él quiere que digan que fue “un tipo que trató de ser lo más honesto posible con su arte”, y eso -dice- que la verdad le ha causado muchos problemas, porque “a veces no es bien recibida”.

“Yo siempre le digo a mis hijas que yo quisiera morirme un día rodeado de mucha gente que dijera de mí: ´mira, ahí está un tipo que se va a partir, pero ese tipo hizo tal cosa por mí, tal cosa por mis hijos, tal cosa por mi familia y fue un gran tipo y lo vamos a recordar con mucho cariño. Yo con eso me sentiría orgulloso”.

Además, otra cosa tiene clara, será en Cuba. “Aquí es donde quiero morirme y aquí es donde tengo la inspiración. He tenido más de 10 invitaciones para vivir fuera de Cuba, pero cuando lo pienso bien, me digo: ´si yo cuando paso una semana fuera de Cuba me siento mal, imagínate tu vivir fuera y venir aquí de vacaciones´. Yo creo que no pudiera con eso. Creo que Bonifacio Byrne y yo estaríamos muy de acuerdo en ese sentido”.